miércoles, 30 de abril de 2014

EL TRIBUNAL SE VA DE VACACIONES

Me encanta equivocarme. Es lo que más me gusta últimamente. Yo, siempre había pensado que solo tenía una cara, un lado oscuro: frío, gris, negativo y de repente, descubro otra cara de la luna. Más positiva y optimista y me centro con todos mis esfuerzos en borrar la cara fea y quedarme con la bonita. Tenía un problema de conceptos, era luces y sombres, era sentimiento y racionalidad. Y siempre creí que mi parte emocional era mi peor enemiga. Confundía el tocino con la velocidad. Mi juez, mi tribunal interno, forman parte de la cara racional. De esa que quiere controlar mis emociones, la que juzga si río o si lloro demasiado fuerte, si me enamoro o me desenamoro, si hago esto o hago lo otro. ¿ pero realmente, esta dicotomía interna quién la provoca? ¿ ha existido toda la vida? ¿ hace cuánto tiempo que se libra esta batalla? No tenía ni idea, pero esta pelea dura ya demasiados años, desde que tengo uso de razón. Soy mi primer amor y mi peor enemigo. No es que esas partes se odien es que yo las pongo a las gresca, inclino la balanza de manera inconsciente hacia mi parte sentimiental y mi parte racional se pone de pataleta. Pero no lo hace a mala idea. Es que sabe que soy de extremos, que quiero o sufro muchísimo. Pero hasta ahora no he sabido que me enseñe el camino sin juzgarme, sin hacer un tribunal de guerra. Y digo que me inclino a mi parte emocional porque no puedo ser más racional, sino lo sería. El caso es que si escojo entre querer más a papá o a mamá una de las partes sale herida. Si elijo ser todo racionalidad me convertiría en una estatua de mármol, en una persona fría y calculadora y, si me decanto por mi lado sentimental entonces vienen las emociones extremas: el llanto o la risa desmesurada. "El quiz de la cuestión" es que ambas se reconozcan, que hablen de tú a tú, sin prisa pero sin pausa y, lo más importante es que mi parte racional acepte los impulsos de mi parte emocional. Tengo que dejar de pretender ser quien no soy. Claro que quiero ser más de hielo, claro que no quiero sentir como siento, pero necesito un equilibrio, no ser una maldita dama de hierro. Si me volviese fría mandaría mi esencia al olvido. Soy muy sentimental, ¿ qué hay de malo en eso? solo necesito empastar estar dos partes, que no están divididas ( soy yo la que las he separado) , porque ambas conforman lo que soy, lo que pienso y siento. Necesito dejarlas que firmen el tratado de paz. Que mi parte racional juzgue menos y acepte más y que mi parte emocional no se sienta ofendida cuando mi parte racional haga juicios de moral. Mi parte lógica tiene MIEDO. A que me rompan ( o me lo rompa yo) el corazón, a que me hagan llorar, a que siga buscando fuera lo que no encuentro ni acepto en mi misma, a que vuelva a no dormir, a que vuelva a infectar mi mente con pensamientos absurdos, a que siga mendiga cariño por compasión, a que me entregue a pecho descubierto y me peguen un tiro. Yo, que siempre pensé que mi parte emocional era la culpable de todo, era la que me clavaba puñales, la que me hería; y resulta que, ahora descubro que siempre he sido lógica, cuadriculada y que por castigarme por sentir he pagado un precio muy alto: ni viví, ni dejé vivir. Siempre con el látigo en la mano, castigándome por todo. ¿Y qué conseguí con esto? pues arrinconar a mi parte emocional, que se sintiese indigna, sucia y a partir de ahí con cada lágrima que me hacía derramar, con tanto auto reproche expulsaba a borbotones mi amor propio. Y ahora estoy en el punto de partida sin amor y sin propio. Rompí los pedazos de un jarrón que yo rompía y recomponía. Necesito algo muy sencillo pero a la vez complicado: que mi yo-el racional y el emocional- trabajen juntos, no se tiren de los pelos, dejar de etiquetarlo en lado oscuro y lado bueno. Equilibrio: poner el 50% en cada una de esas partes para que no se celen, para que empasten, para que me dejen vivir, para no seguir condenándome a pena de muerte un día si y otro también. Esta semana el tribunal está cerrado por vacaciones. Esta semana hay puente, no me voy a regir por mis estrictas normas de conducta. Esta semana me acepto y me perdono, sin juzgar.

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