Esto lo escribí hace tiempo, cuando creí que me había hartado de quererle. A día de hoy no se en que punto estoy. Unas veces le echo de más y otras de menos
Recuerdo cuando dijiste “algún día me darás las
gracias por esto” pensé que habías perdido la cabeza, que tanta daño gratuito
te había pasado factura. Aún siento como el mundo se derrumbaba bajo mis pies,
tanta desesperación, tanta necesidad de retenerte, de evitar que te escapases
de entre mis dedos. Ahí estaba yo, en el mismo lugar, de la misma manera, como
el depredador que rodea a su presa para evitar que
huya (¡qué error tan grande!) Te fuiste y volví a pensar que no me importaba
nada, que nada tendría sentido ya. Simplemente quería acurrucarme en una
esquina sin ver, oír ni sentir, con llorarte hasta que no quedasen lágrimas
tendría más que suficiente. Recuerdo que me desperté al día siguiente y pensé:
Es real, ha vuelto a pasar, no es un sueño y creí que no volvería a estar
cuerda nunca más. Detrás de tanto pensamiento oscuro vino otra vez ese dolor
que sacaba fuera lo que mi alma gritaba; que salía de mis malditas entrañas
apaleadas. Un dolor mental más poderoso que cualquier dolor físico y pensé que
si me hería tanto y tan a menudo acabaría por devorarme.
Pero de repente un día todo cambió. Ahora ya no me
importa si llevas meses, años o un lustro deseando coger el camino y largarte,
me sobran las explicaciones, las razones, las ecuaciones mentales que no supe
despejar, nuestro todo sin tu nada o tus nunca jamás en oferta de 2x1. Siendo
sincera por sobrarme me sobra todo. Con la cicatriz grabada a fuego que me ha
quedado estoy más que servida. Hubiese querido un “hasta aquí hemos llegado”
más temprano y civilizado, con menos olor a podrido y más buenas intenciones
pero, ya se sabe que mal acaba lo que mal empieza.
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