sábado, 17 de mayo de 2014

INCERTIDUMBRE

Llevo varios días revuelta, preocupada por cosas que ni siquiera sé si van a ocurrir o no. Días en los que vuelvo a las andadas, a divagar, a soñar despierta, a alterarme por mis pensamientos, por el miedo a tomar decisiones equivocadas. Pero hoy, aún sintiendo esta intranquilidad que me invade digo bien alto que las decisiones nunca son erróneas. Sólo hay personas que dicen si, no o tal vez en función de lo que sienten en ese momento. Y buscar la respuesta de manera anticipada es absurdo. Por pensarlo no voy a saber de donde me llamarán a trabajar, si encontraré piso rápido, los meses que me darán, si engordaré, si me sentiré sola o inútil en mi trabajo. Quién sabe que será de mi durante  este día, o lo que pase mañana o pasado. Tengo que dejar que el futuro y el pasado inmovilicen mi presente, mi instante. Porque mientras todos estos pensamientos obsesivos me invaden, estoy dejando atrás estos segundos, este día de sol estupendo. Cuando estoy así es como si sintiese menos. Como si los olores, los sonidos, la luz, las palabras, el contacto humano para mi fuese menos humano. Es como percibir las cosas de borrachera o drogada. Estoy tan metida en mis castillos en el aire que, desde lo más alto de mi torre no percibo absolutamente nada. Es lo malo de encerrarte a cal y canto y esperar que venga el caballero de flamante armadura a rescatarte. Nada ni nadie puede decirte que es lo mejor para tu vida, precisamente porque es TUYA, la gente puede ayudarte, opinar pero al final somos nosotros y solo nosotros los que nos enfrentamos solos a las decisiones que tomamos. Aunque estemos arropados, aunque los amigos y familiares nos apoyen en nuestras decisiones, estamos SOLOS con nuestras decisiones. La respuesta sale de nuestros labios y de nuestro corazón. Pero soy como un barco a la deriva que teme alejarse de la costa y salir a mar abierto. En la costa estoy segura: allí están los que me quieren y si salgo a mar abierto y les veo desde la lejanía, desde la inmensidad del mar me asusto y quiero volver y atracar el barco de mi vida en su arena de protección. Hay veces en las que deseo seguir mi camino pero doy vueltas en círculo en el velero de mi vida a causa de mis miedos, por el pavor que me da enfrentarme a lo desconocido sin ellos cerca, por si viene un temporal y estoy tan lejos de la costa que me tengo que enfrentar a la tormenta yo sola. Soy como el pájaro que tiene miedo a volar lejos del nido, a estrellarse haciendo su ruta y verse solo ante el peligro, sin una madre que le rescate. Es un comportamiento totalmente infantil, lo sé. El toro hay que cogerlo por los cuernos y sin depender de nadie pero hay días en los que solo quiero ser esa niña pequeña y asustadiza y que los demás hagan mi vida más fácil. Y para vivir, para acabar con el miedo, con los muros mentales que construimos el único camino es enfrentarse al destino, es coger el timón de tu vida y navegar. A tiempo de volver a puerto siempre estamos pero, a tiempo de salir a mar abierto no . Puede que mañana, cuando queramos salir a explorar nuevos continentes haga viento, haya tormenta y tengamos que quedarnos atracados en el puerto viendo como los horizontes de nuestra vida pasan delante de nuestras narices. Y sería genial pensar: lo que hay ahí fuera no era para mí, pero también es una mentira. Estoy segura que si viera las cosas desde la orilla sentiría la nostalgia de no haber salido a navegar antes, de haberme quedado estancada en el puerto por miedo a lo desconocido. Seamos valientes o hagamos como lo que somos aunque en el fondo, estemos muertos de miedo. ¿ Cómo si no vamos a saber si el continente que nos espera a millas de la costa es bueno o malo, paradisíaco o de ultratumba? si no te arriesgas nunca crecerás, te estancarás en tu zona de confort y seguirás sintiendo que te falta algo, que tienes un agujero en el estómago que no se llena con nada y será en ese momento, cuando descubras que ese vacío esta lleno de oportunidades desaprovechadas por miedo al error, al fracaso y al dolor.

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