lunes, 29 de septiembre de 2014

SALDRÁ EL SOL

Mientras hay gente que no sabe como dar de comer a sus hijos, que se le acaba el paro, que no encuentra trabajo ni lo espera, que está agotando sus últimos cartuchos, que de la noche a la mañana está y deja de estarlo yo estoy aquí completamente sana pero infeliz, empeñada en afrontar la vida acurrucada en una esquina, volviendo a ser y a comportarme como una niña, deseando perder la memoria o despertarme cuando todo este dolor tan gratuito como auto infligido haya pasado, esperando a que alguien afronte los problemas por mi, a que un caballero andante me de el amor propio que yo no me doy, por ese sentimiento de muñeca de trapo, de defectuosa de fábrica que llevo siempre pegado a la piel. Y es que el mayor enemigo de la felicidad somos nosotros mismos: con nuestro miedo, nuestra culpa y nuestra vergüenza ( Como diría Jorge Bucay) Y hay veces en las que mi tribunal interno me exige tanto que acabo por sentirme un fracaso absoluto. Hay días en los que salgo a la calle ( por necesidad )  y me gustaría ser invisible, porque me siento indigna, me siento inferior a todo aquel cruza su mirada conmigo. Pero cuando estoy así, con la nube gris encima y las gafas opacas no hay quien me saque de esa espiral, de ese vicio de víctima que se va y viene dentro de mi. A veces me siento como el Dr. Jekyl y Mr.Hide, como dos personalidades fundidas en una. Está la pesimista, la que se hace daño, la que se tira en el suelo mientras da todo por perdido, la que es todo desesperanza y luego esta la otra, esa que lleva un mes luchando contra esta parte. Y aunque hoy el gris nuble mi arco iris algún día las nubes destaparán el sol de mi vida y esa personalidad que hay en mi, la que es fuerte, la que no se derrumba, la que saca agua hasta de un desierto se impondrá a esta. Porque ahora sé lo que es vivir, sé lo que es quererse, sé lo que es estar sola y feliz, no depender de nada ni nadie y ya no quiero los nubarrones en mi vida nunca más.
    Y a veces odio y amo a esta yonki alimentaria que habita dentro de mi, esa que me hace ser como soy, esa que tiene miedo a decir lo que ocurre y que la tomen por loca. Como si fuese más anormal por no vomitar, por no purgarme, por no estar en los huesos y creerme mórbida. Y es que hay días en los que mataría porque la comida no fuese necesaria para vivir, por tener alguien que me controlase, que no me dejase abrir la boca y caer al abismo. Porque una vez que me chuto la primera dosis y me digo "mañana paro", vienen dosis y más dosis, sobrepeso emocional, odio, dolor, culpa y vergüenza. Y llega un momento en que la adicta vence a la persona que está dentro de mi, que lucha por desintoxicarse y mi vida es un caos, mi cabeza centrifuga ideas sin parar, me hago insomne, me preocupo de cosas sin importancia, malvivo, se me vuelve oscura la voz, el rostro, las ojeras y la pena asoman al mismo ritmo que veo como subo de peso, como vuelvo a perder la batalla, como el "nunca más" se convierte en "otra vez"  Pero si la vida me ha enseñado algo es a no rendirme y ahora a no engañarme. Porque las excusas de antes ya no me sirven. Ahora soy consciente: ahora sé que no paro porque no me da la gana, que hago lo de siempre porque quiero lo de siempre: compasión, atención, mierda en mi vida. Pero eso ya no me vale, esos bocados ya no me alivian, ya no me calman. TODO ESTO PASA, todo este sufrimiento cede y siempre, siempre salgo fortalecida de ello, de esta maldita adición que me consume, que me hace bien y mal, fuerte y débil, valiente y asustadiza, víctima y verdugo, guapa y fea, gorda y delgada. Y aunque ahora no lo vea todo pasa por algo: quizás era hora de bajarme de la nube, de darme cuenta de que no estoy recuperada, que esto no es como una catarro, que no se pasa y que los hábitos adquiridos con tantos años no se borran de un plumazo, no desaparecen, no se van con solo desearlo. Para cambiar algo:  tu vida, tu actitud, tu habitación.... lo primero que hay que hacer es desearlo y pelear por ello. Pero no pedirlo con la boca pequeña, sino a gritos desde lo más hondo de tu corazón. Y si hay muchas personas que caen y se levantan a diario, que salen de esto, por muchos años, por muchas batallas libradas, por mucha desesperanza, por mucho dimito que digan esta que escribe no va a ser menos.

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