Y mi cama amanece como un campo de batalla desde hace unas noches, un terreno bélico en el que tú no formas parte de la batalla, en el que tu ausencia, tu lejanía es lo que desarma mis sentidos, un lugar en el que el otro lado del campo esta frío, como un terreno mojado, como un lugar que sangra tu ausencia, un terreno árido falto de tu amor y tus abrazos, de esa risa que da el pistoletazo de salida, que me recuerda "habemus guerra" : una guerra de amor, de horas que parecen segundos, de conversaciones que debería estar prohibido por ley que se acabasen. Y cuando llega la luz del día y veo los restos desordenados que ha dejado mi subconsciente entre las sábanas decido sacar la bandera blanca y rendirme: ante este destino, ante esta vida que no deja de sorprenderme cada día, ante este miedo a acercarme para firmar una tregua y que me atravieses el corazón con una daga. Porque el amor tiene una definición distinta con cada persona que entra en tu vida y desde que tu formas parte de la mía he comprendido que no sabía nada sobre el amor hasta que tú entraste en ella, hasta que abriste mis ojos y mi alma, hasta que me dijiste los príncipes azules no existen pero yo intentaré ser el tuyo día a día. Y estar enamorado adquiere una dimensiones estratosféricas, que van en concordancia con la que persona a la que amas, con todo lo que se cuece entre tanta carne y hueso. Y es que hay personas que encierran una vida entera envasada al vacío bajo su piel. Y desde que eres parte de la mía me doy cuenta de que no sabía lo que era querer, lo que era amar a alguien: en todos los sentidos y en todos los aspectos.
Y cada bofetón que me ha dado la vida con la mano abierta se compensa con creces ahora que te conozco. Ahora que me brinda la oportunidad de crecer, de cultivarme como persona a tu lado. Porque picaste a mi puerta, desde la distancia y por casualidad y me hiciste volver a creer en todo aquello en lo que había jurado no creer jamás. Cuando bajé el listón, cuando me conformaba con un amor corriente, en oferta de 2x1, apareces tú y me demuestras que hay gente que aún cree en los finales felices, en los castillos y las princesas. Y te miro y te escucho como un alumno escucha a su maestro y creo que eres el creador de la palabra AMOR en mayúsculas, que en el diccionario debería de aparecer tu foto junto a la definición. Y también hay días en los que me da miedo: miedo a que te vayas, a que todo sea un espejismo, a que mi cuento se convierta en pesadilla. Pero si el final no es con perdices, si tú vida y la mía se separan aún más entonces cogeré impulso y pensaré que pasaste por mi vida por algún motivo, para llenarla de luz, para que esta princesa siguiese buscando a su príncipe en este mundo que tantas veces se le antoja frío y descorazonado.
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