sábado, 18 de octubre de 2014

Playa del Silencio


Hay lugares que te encantan, sitios que, por muchas veces que vayas siempre los verás con los ojos del primer día. Eso es lo que me pasa a mi con la Playa del Silencio en Castañeras.Recuerdo que la encontré por casualidad en una página de facebook "Playas de Asturias" Al principio tuve que poner el Gps para llegar y, como es costumbre en mi me pasé la salida. Ahora sería capaz de ir con los ojos cerrados. Es sencillo: coges dirección A Coruña y sales en la salida de Novellana/Santa Marina donde irás a parar a una glorieta en la que hay una gasolinera. Se toma la tercera salida y luego en el cruce a mano izquierda. Es seguir todo recto hasta llegar al pueblo de Castañeras donde enseguida aparece un indicador de la Playa del Silencio. Tras adentrarnos en el pueblo llegamos a un camino sin asfaltar que nos conduce hasta la playa. No suele haber problemas de aparcamiento. El acceso es a pie  caminando por un sendero que nos conduce hasta un "mirador" y a las escaleras que dan a la playa. El primer  día que fui era un día de pleno verano, me dirigí allí casi por obligación, como una autómata y nada más ver el paisaje mi primera reacción fue de asombro. Era más bonita de lo que podía haber imaginado. No hay foto que le haga justicia. Es demasiado hermosa como para captar su belleza con unos cuantos píxeles. Es una playa virgen, recogida entre acantilados y de piedra. Jamás he visto un lugar donde el sol se refleje con tanta perfección sobre el agua, donde el sonido del mar arrastrando la piedras suene a paz y donde los colores sean más intensos, más vivos. Como si las formaciones rocosas atesorasen toda la luz del lugar y la escupiesen durante el día. El agua tiene un color turquesa, un contraste que invita a zambullirte entre sus cristalinas aguas. Creo que el nombre le viene al pelo. No es la típica playa bulliciosa y abarrotada. Hay bohemios, fotógrafos, turistas, perros...es como si a la entrada hubiese un cartel de NO MOLESTAR y lo respetásemos a rajatabla. Y las puestas de sol son espectaculares, de las más bonitas que he visto. Ver como el sol deja de calentar y se esconde agotado entre las rocas, bañando con sus últimos rayos el agua es como entrar en trance, es como tocar el cielo con las manos. Suelo ir demasiado para aclarar mis ideas, para callar mi mente, para encontrar la paz entre tanta guerra interna. Es como si el sufrimiento se anestesiara, como si te absorbiese las penas. Quizás sea MI PLAYA porque la encontré en un momento complicado de mi vida y desde que estuve allí hubo un punto de inflexión,de crecimiento personal y de esperanza. Cómo olvidar ese día, esos baños, esa sobredosis de soledad para la que no había droga suficientemente potente, ese libro en el que iba buscando respuestas y hallé soluciones, este sitio fue el sedante de mis penas, ese torniquete de mis lágrimas, ese punto y final a tanta culpa, a tanto castigo, a tanto amor absurdo no correspondido ya. Ahora, soy como una novia celosa y envidio a todos aquellos que puedan amarla tanto como yo la amo. Aunque, no les culpo: no enamorarse de ella es imposible. Y sueño con una casa allí, para no estar separadas ni un solo idea. Me encantaría levantarme por las mañanas y verla desde mi ventana y tener un porche con balancín donde admirarla frente a una buena taza de té y un libro, me imagino contemplando un atardecer soleado de otoño, tapada con una manta y envuelta por el sonido del mar: creo que no necesitaría mucho más para ser feliz. 
    Si alguien esta pensando en verla yo le animo a que lo haga. No deja indiferente a nadie. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario